Me encantan las fotos viejas




Esa niña tan bonita es mi mamá. Y aunque mi mamá es una de esas mujeres de las que una puede hablar y hablar y está tan llena de virtudes como la mayoría de nuestras mamás, hoy no les voy a hablar de mi mamá.

Cuando mi mamá me mostró esta foto me quedé fascinada unos sólidos 5 minutos, una de las cosas que más disfruto hacer son los viajes en el tiempo.

Ese momento en el que de pronto todo a mi alrededor se pone en blanco y negro como en la fotografía e intento imaginarme como era vivir en ese tiempo. Cómo se veía mi abuelito, a qué olía la gente y cómo hablaban. Voces y vestuarios que vemos en las películas pero que en mi cabeza tratan de armarse como fueron en la realidad, como vería todo si estuviera parada expectando esos sucesos, una testigo silenciosa que disfruta de ver la creación de la historia.

Yo podía entretenerme por horas en casa de mis abuelos mientras ellos me mostraban fotos y me explicaban quienes eran los de las fotos. Era un álbum de esos que tienen hojas de cartulina negra y espacios para que calcen las puntas de cada foto para mantenerse adheridas a las hojas

No sé realmente porque la fascinación, pero cada cuando en cuando revisito los álbumes de mi casa y me encuentro nuevamente con fotos de mis papis cuando eran niños y de mis abuelos cuando eran jóvenes y sonrío. Sonrío porque siento que los testimonios no se han borrado y me imagino lo que hicieron los protagonistas de las fotos después de que se las tomaron.

Siempre he creído que soy de otra época, debí haber nacido en los 50 como mi mamá, ser una fan de los Beatles mientras seguían todos vivos, y ser una hippie sin remedio, tal vez tendría más historias que contar y habría sido una cantante famosa inspirada por la búsqueda de la paz en momentos de guerra. Tantas cosas se me ocurren, tantas ideas me recorren gracias a la imagen estática de una persona en el pasado, es la inspiración que me provocan las fotos viejas.