Así me sabe la infancia


Pasaba frente a una vitrina y lo ví. Era la ternura hecha peluche y a mi que normalmente personajes como Winnie Pooh y demás me causan desagrado me conmovió, no por que haya tenido ojitos tristes y una carita maravillosa sino por el viaje al pasado que hice en 2 segundos.

Durante dos segundos tuve de nuevo ocho años, me vi a mi misma sentada frente a la tele los sábados con un gran batido de Sustagen de fresa viendo Los Ositos Cariñositos. El Osito Cariñosito en la vitrina me sonrió, y yo le sonreí de vuelta.


En todo caso, el osito fue mío, mi príncipe me lo regaló amablemente. El resto de la tarde jugué con él, jugué hasta que se puso aburrido que es siempre la señal para dejar de jugar.

Mi viaje a mis ocho años me hizo recordar una inmensidad de cosas, esas cosas que uno solo recuerda cuando trata de imaginarse en la orilla del mar esperando que la ola lo revuelque en la arena o el sabor del chemisse nuevamente en la boca (y no el nuevo chemisse ese no sabe igual). Y eso, recordé sabores porque no sé ustedes pero mi infancia estuvo llena de sabores.

Cuando podía comerme la mantequilla con el dedo, cuando no me empalagaba comerme la lata entera de leche condensada y la leche en polvo era un sueño hecho realidad. Sabores fantásticos que rondan mi memoria y que espero volver a saborear.

¿Recuerdan el mulgatol? Era un vitamina que venía en un tubo, era como una gel de color amarillo deliciosa pero como era "remedio" mi mamá me lo escondía, pero yo con mi instinto detectivesco siempre lo encontraba y me lo terminaba acabando todo. ¡O por favor, la choquilla! O los sorbiños de todos los sabores y las konitos cuando venian con unas caricaturas extrañas detrás de la caja (¡venían en caja!), también me encantaban las papitas Chips con sabor a pollo y los manichos. Y era de las que contaba las chispitas de chocolate en las chocochips.


Bueno, eso entre las cosas que se supone que se deben comer como niña normal y racional, pero hay otras cosas que me comía de niña y que aún me como que no se supone que debí comerme como por ejemplo las pastillas para la gripe, me comía las bebetina y las desenfriolito cuando nadie me veía. Me encantaba el jarabe Vick para la tos, pero no el gringo. Y me parece que tengo un mal recuerdo de haberme comido alguna vez los tallitos de los tréboles.

La infancia para mí sabe a todo eso, y también a algodón de azúcar y a granizado. Y todo me vino de golpe gracias a nuevo Osito Cariñosito, no me gustan mucho las modas pero si me siguen trayendo buenos recuerdos pues que sigan viniendo. Ya pasó la Fresita, ahora se vienen los Cariñositos, espero ansiosamente el regreso de la Rainbow Brite, los Thundercats, los Popples, los Ponys, Jem o hasta la misma Punky Brewster a ver si la próxima vez recuerdo más sabores o mejor aún más momentos.

¿A tí a qué te supo la infancia?