No es lo mismo sacar el empastado de su empaque y morderlo sin ninguna contemplación a comer despacio la parte superior de la capa de chocolate y luego empezar con la cremita. O abrir un Ferrero Rocher y metérselo a la boca entero en lugar de darle pequeños mordiscos, dejar que el cholate se derrita en tu boca y hacer que la experiencia dure lo que más se pueda.
Cuando era niña los detalles eran aún más importantes, me gustaba dejar un poco de cada elemento del plato de comida, por ejemplo si estaba comiendo arroz con menestra y carne, un pedazo de carne, un poco de arroz y un poco de menestra se quedaban separados como "mi última cucharada" así cuando se terminaba, mi última sensación de la comida no sería un poco de arroz blanco o lo que sea que haya quedado al final sino una buena combinación de todos los elementos. Poco a poco dejé de hacerlo pero hay manías a la hora de comer que nadie me quita.
Si como seco de pollo y tiene unos maduritos de acompañante sería pecado coger y mezclar el maduro con la comida, yo me los como al final. Lj me contaba que él de pequeño separaba su comida en cuadrantes antes de empezar, ahora detesta un hot dog con mostaza, o hay personas que deben dejar el plato completamente vacio; inclusive tengo una amiga que siempre huele todo antes de que entre a su boca, gran número de personas dejan al descubierto algo de su personalidad hasta en el instante más instintivo del ser humano: comer.
¿Se han dado cuenta también que cuando uno es pequeño es más abierto a la experimentación? El pan iba con todo, con el estofado, con el tallarín o hasta con frejoles, era cosa normal. La mantequilla era posible comerla con los dedos sin nada más, las galletas con mantequilla rociadas con azúcar eran un manjar de mi niñez que repito cada vez que me acuerdo; una vez con mi hermano le pusimos leche condensada al fresco solo, quedó bastante bien.
Hasta el día de hoy me es posible remover hasta el último pimiento, por más fino que esté cortado, de un plato de arroz con pollo o de una porción de pizza, así que asumo que muchas de nuestras manías de niños a la hora de comer se quedan en nosotros. Y que eso de que cuando uno es grande aprende a comer de todo no se aplica totalmente, creo que antes no me gustaba la lechuga y ahora sí, y that's it.
Por otro lado mis padres jamás me obligaron a comer nada que no me haya gustado, pero casi todo era siempre rico motivo por el cual creo que soy entre otras cosas un poco adicta a la comida, lo que explicaría porque jamás he podido hacer una dieta; la mera idea de que llegue la hora de almuerzo y no sea un evento delicioso sería capáz de alterar mi realidad indefinidamente.
En todo caso, cada cabeza es un mundo, como lo es cada paladar; a la hora de comer cada uno tiene sus marcadas preferencias y hasta una técnica para empezar el sagrado placer de alimentarnos. Confiesa, tú también debes tener una manía medio extraña a la hora de sentarte a la mesa.
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