Soy de lo jocosos especímenes a los que el respeto por lo ajeno se nos pegó bastante, incapaz de quitarle algo a quien no quiere compartir contigo. La vergüenza de ser atrapados nos sonroja al extemo y nos ponemos en el lugar de aquel que no encuentra algo propio. Eso es lo que me detiene.
Pero la impunidad y la inutilidad del crimen es lo que me tienta. Siempre he tenido la capacidad para estar ahí sin ser llamativo, sin ser notado. Y con movimientos suaves y armoniosos puedes hasta quitarle la corbata a un tipo sin que se dé cuenta.
Inocente Tendero: Buenas noches, ¿qué desea?
Blue Meanie: Ehh, tres cervezas... (acá mis ojos ya habían analizado el luegar y la distancia de cada cosa y los rangos de visión)
Inocente Tendero: Son $2.20, algo más? (acá mi mano ya estaba en el mostrador)
Blue Meanie: No, nada más (necesito por lo menos 2 segundos más). ¿Tiene cambio de $10?
Inocente Tendero: Déjeme ver... (!listo! del mostrador al bolsillo sin que nadie vea)... sí tengo, déme.
Blue Meanie: gracias, buenas noches.
Y salí con mis tres cervezas y algo en el bolsillo, ni me fijé qué cogí. Había sido totalmente compulsivo, cosa del momento, solo para probar la velocidad de mi manos.
Para los más estudiosos: me reconozco pícnico viscoso, en términos criminológicos.
Soy aquel individuo que sin ganas de hacer daño, ni buscando provecho propio se entretiene con la torpeza ajena.
Y sí te da curiosidad de qué me lleve? A ver, comienza con C.... pero igual pudieron ser galletas o tornillos.
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