Algunas personas dicen con orgullo lo mucho que les gustaría volver a la vida escolar, volver a tener 15 años y ninguna preocupación.
Hay quienes tuvieron tal vez una adolescencia muy entretenida, esas personas capaces de socializar con quien sea, con el alma farrera necesaria para llevar cada fin de semana al límite permitido y volver. Yo no soy una de ellas.
Mientras mis compañeros llenaban botellas de 2 litros con cerveza recién comprada, mientras un par de amigos se besuqueaban en el mismo mueble en el que yo estaba sentada, mientras todos bailaban, esa vocecita interna que tanto me jode la vida me decía -aquí tampoco perteneces.
Pasé la mitad de mi vida un poco escondida, con miedo a que se descubre mi más grande secreto -soy una aburrida-. Al menos eso era lo que creía la pequeña Sexy a sus 17 años cuando prefería quedarse en casa leyendo un libro porque no soportaba el ambiente de una discoteca.
No volvería al colegio por un simple motivo, a pesar de tener muy buenos amigos no conocí a nadie que viniera de otro planeta, del mismo planeta que yo. Por un tiempo vagué por la vida siendo una incrédula, creyendo que estaba condenada a estar sola, pues aunque rodeada de muchas personas ninguna hablaba el mismo idioma que yo.
Tuve excelentes amigas fuera del colegio, esas con las que puedes sentarte toda la noche a hablar pendejadas sin parar de reírte. Pero nada se compara con mi presente, cuando al fin soy capaz de hacer lo que quiero cuando quiero.
Durante mucho tiempo estuve convencida de que era la única persona en el mundo que no disfrutaba de salir a bailar, ni del alcohol, ni del cigarro, era demasiado sana para mis amigos y demasiado tranquila para decir al menos que tenía una arrolladora personalidad.
La vida se encargó de demostrarme lo contrario, de demostrarme que no estaba ni sola ni loca. Ahora que tengo 21 estoy bastante contenta conmigo, encontré un alma capaz de hablar al fin el mismo idioma (el único inconveniente es que la emoción de encontrarlo fue tal que me enamoré de él), tengo amigos con hobbies más extraños que yo misma, voy a donde quiero cuando me da la gana, las apariencias no me interesan demasiado, a la mierda los horarios, nada es demasiado importante y soy la dueña completa de mi vida.
Creo que puedo decir que esta es una de las mejores épocas de mi vida, y creo que tengo la suerte de no querer decir ni ahora ni nunca que el pasado siempre es mejor. El presente es mejor, con sus responsabilidades y decisiones pero con sus risas imparables, su romance y sus aventuras del día a día. Sin uniformes, sin el estigma de ser la mejor alumna, con nada definido y sin buscar a tientas motivos para emocionarme que me estimulen nuevas ideas y obviamente en una mujer como yo, nuevos sentimientos.
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