Todos los días camino por una más ciudad que cada día está más ensimismada y preocupada por parecer en lugar de ser. Veo rostros tristes en cada esquina y me imagino lo que piensan, veo innumerables historias de amor perdido, de dolores incurables y de pedazos de dignidad rotos por el suelo.
Hoy es un día difícil, quisiera escribirles un texto optimista, quisiera decirles que todo va a estar bien pero esta misma tarde yo misma no podría creer mis propias palabras ni aunque fueran lo que más quisiera creer en este mundo.
Hoy se celebra el día del niño y esta bipolaridad estúpida me está matando, estos dos lados de una misma realidad, los motivos para sonreír y para llorar convergen en mi alma dejándome sin saber cómo sentirme.
Sonrío por la alegría de saber que dentro de mí hay una niña preciosa que es capaz de ser feliz porque existe y no está sola, una niña que brinca con la ilusión de un regalo y no se cansa de comer chocolate. Saber que existe en mi esa niña mágica capaz de confiar en los demás y capaz de conformarse con poco es reconfortante.
Pero existe otro lado, como en todo, un lado donde el egoísmo natural me hace sentir culpable, un mundo tan real que provoca destruirlo, un universo dentro de esta más ciudad donde las cosas nunca podrán ser lo que debieran. Los niños que ni siquiera se han enterado de que este es su día, los niños a los que nadie les dirá que sean felices y también los niños que lo tienen todo menos la sustancia dulce que debe calentar su corazón por las noches cuando tienen miedo. Todos ellos viviendo al unísono en la misma más ciudad sin una luz guía que evite que se hundan, verlos, sentirlos y pensarlos es una pequeña inevitable tortura para una sensibilidad tan grande.
Así es la historia, las razones para no morirnos este día abundan pero veo a diario cada atropello a la humanidad que se me hace difícil no pensar en que tal vez este mundo no es el mejor lugar para vivir. Aún no sé porque me quedo pero aquí estoy esperando milagros en un universo imaginario.
Y hoy celebramos la pureza de la infancia con la frivolidad de un ritual de belleza.
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