La noche cae profunda, pasan las horas hasta que el sueño me alcanza pero no es lo suficientemente fuerte para atraparme. Otra madrugada en que, mirando al techo, ideas de todo tipo me habitan por completo. Son más de 30 días en los que con algo de suerte puedo estar cayendo en los brazos de Morfeo cerca de la media noche, otros días de peor suerte doy vueltas en la cama hasta las 3 o 4 de la madrugada.
Un universo paralelo en mi cabeza se llena de todo lo que me asusta y me siento una niña pequeñita asustada de todo cuando se apagan todas las luces. No es la oscuridad lo que me atormenta sino mis propios pensamientos, el momento en el que sin otras distracciones mi cerebro sigue despiertote buscando cosas en mi mente que recordar y por supuesto encuentra las que más me molestan.
¿Por qué el masoquismo? ¿Por qué en la consciencia de que necesito dormir busco aún sin proponérmelo los peores recuerdos e invenciones? ¿Por qué me atemorizo si quiero descansar? Hace poco mi cuñada me contó de un video donde se podía ver a una estatua de San Pío rezar y mover la boca, no lo he visto pero no quiero verlo, la sola imagen que armó mi imaginación no deja de perseguirme.
Mi cuerpo siente algún malestar y mi mente arma la más letal enfermedad, mi mente vuela y me imagino mi dolor, siento presencias que no existen, me imagino que mi perrito está enfermo y en general me lleno de un fatalismo que no es común en mi.
Creo que los seres humanos somo de por sí un poco sufridores, cuando nos rompen el corazón, encontramos en nuestra colección de discos las canciones más cortavenas que existen y ni decir de las que salen en la radio que son, oh coincidencia, el relato claro de nuestros sentimientos. No buscamos algo alegre, es como un dolor que causa placer, un masoquismo once again.
Y si estás manejando por la noche en la carretera solitaria, en un rato de desconcentración piensas en cómo serían las cosas si se poncha una llanta a 120 kilómetros por hora y no hay señal en tu celular. Siempre lo peor ronda nuestra mente, obviamente no 24 horas al día impediéndonos vivir y sonreír pero el fatalismo está allí escondidito para sorprenderte cuando haya oportunidad.
¿Cómo no sucumbir ante mis ideas? La imaginación de la que tanto me enorgullezco es un arma de doble filo cuando por las noches la luna me mira burlona a través de la ventana.
Un universo paralelo en mi cabeza se llena de todo lo que me asusta y me siento una niña pequeñita asustada de todo cuando se apagan todas las luces. No es la oscuridad lo que me atormenta sino mis propios pensamientos, el momento en el que sin otras distracciones mi cerebro sigue despiertote buscando cosas en mi mente que recordar y por supuesto encuentra las que más me molestan.
¿Por qué el masoquismo? ¿Por qué en la consciencia de que necesito dormir busco aún sin proponérmelo los peores recuerdos e invenciones? ¿Por qué me atemorizo si quiero descansar? Hace poco mi cuñada me contó de un video donde se podía ver a una estatua de San Pío rezar y mover la boca, no lo he visto pero no quiero verlo, la sola imagen que armó mi imaginación no deja de perseguirme.
Mi cuerpo siente algún malestar y mi mente arma la más letal enfermedad, mi mente vuela y me imagino mi dolor, siento presencias que no existen, me imagino que mi perrito está enfermo y en general me lleno de un fatalismo que no es común en mi.
Creo que los seres humanos somo de por sí un poco sufridores, cuando nos rompen el corazón, encontramos en nuestra colección de discos las canciones más cortavenas que existen y ni decir de las que salen en la radio que son, oh coincidencia, el relato claro de nuestros sentimientos. No buscamos algo alegre, es como un dolor que causa placer, un masoquismo once again.
Y si estás manejando por la noche en la carretera solitaria, en un rato de desconcentración piensas en cómo serían las cosas si se poncha una llanta a 120 kilómetros por hora y no hay señal en tu celular. Siempre lo peor ronda nuestra mente, obviamente no 24 horas al día impediéndonos vivir y sonreír pero el fatalismo está allí escondidito para sorprenderte cuando haya oportunidad.
¿Cómo no sucumbir ante mis ideas? La imaginación de la que tanto me enorgullezco es un arma de doble filo cuando por las noches la luna me mira burlona a través de la ventana.
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