De ambos lados del cigarrillo

Cuando mis amigos empezaron a fumar yo luché. Luché como loco para que no lo hagan, estaba en contra del tabaco, me parecía horroroso, terrible, un veneno y sobre todo la ridiculez más grande que se le ocurrió a mis panas para creerse adultos.

Teníamos 15 o 16 años, ¿realmente disfrutaban fumar? No lo creo, era pura lámpara (según yo).

Así empezó mi campaña anti-tabaco junto con la de anti-malas palabras (esa es otra historia), si ya se que están pensando, pero que les puedo decir, era un joven idealista que pensaba que podía cambiar el mundo. En fin, los jodía y los jodía recordándoles la cantidad de veneno que había en un tabaco, que cada uno te quita 5 minutos de vida y todo eso. Pero siempre hay un pero...

Me dio curiosidad, y recuerdo haberme permitido intentar fumar por un razonamiento lógico bastante ridículo, era algo asi: estaba en el grupo de teatro del colegio, ¿y si me hacía actor profesional?, ¿y si algún día me tocaba una escena donde necesitara fumar? No pues, yo tenía que saber fumar, por lo menos saber porque uno nunca sabe cuando tiene que fumar, ¿verdad?

Después de engañarme vilmente, le pedí a un amigo que me enseñe a fumar, intenté con unos mentolados pero sólo logré poner mucho humo en mi boca, no lograba el famoso "golpe". Seguí intentándolo solo y una noche en el baño de mi casa lo logré, sentí como el humo entraba a mis pulmones y salía en una sola línea de mi boca en lugar de la habitual "bola de humo" que caracteriza a los principiantes. Esa noche fumé hasta caerme al piso, literalmente.

Me volví adicto, totalmente adicto, compraba dos cajetillas diarias y me las fumaba en el día frente a la Pc mientras mis padres trabajaban y en la noche me la pasaba chateando, también con mi tabaco al lado. ¡Oh qué tiempos aquellos! Cada momento de inseguridad o nerviosismo era perfecto para un tranquilizador tabaco. Fue una época chévere, para qué, pero la dependencia era medio tonta. Realmente reunía los centavitos para poder comprarme por lo menos un tabaco suelto.

Hasta que un día, así sin motivo aparente, se me quitaron las ganas. Simplemente dejé de fumar, no quise saber más del tabaco, ya no me sabía bien. En el fondo sabía que tenía que ver con el miedo que le tengo a las enfermedades y el riesgo que acarreaba fumar pero también me probaba a mi mismo que podía dejarlo. Volví a fumar un par de veces pero no fue lo mismo, ya no me sabía bien, la época del cigarrillo para mi había terminado.

De eso ya hace un año y estoy bien, no lo extraño, pero sí descubrí cosas de las que uno no se da cuenta cuando fuma. La nicotina realmente te nubla la mente, en especial los modales, porque cuando uno fuma uno cree que se está comiendo un caramelo, que es algo que haces sólo para ti y no molesta a nadie más.

Bullshit, es fastidioso el humo en la cara, el olor en la ropa (mi mamá cree que aún fumo) y sobretodo el timing de los fumadores, les da la gana de fumar en el carro con el vidrio arriba o justo cuando cierras la ventana. Y no los acuso, los entiendo por que yo estuve ahí, de ese lado del cigarrillo, y de ese lado todo es más simple y un tabaco no es gran cosa, uno no se da ni cuenta de que lo prende, lo hace por reflejo y no pasa nada porque nadie te dice nada, es imposible captar las miradas de incoformidad de los demás en la mesa porque el humo no te deja ver ni pensar en modales. Cuando fumas es todo tan simple, hasta tu mente.

Nunca volveré a fumar, espero, y mi mayor motivación es ver la dependencia de los fumadores, que al igual que yo antes, bromean con gritos y desesperación -que en el fondo no son tan en broma- con que no hay tabaco y dizque controlados gritan: "¡Quiero un tabaco!! Necesito un tabaco".

¿Yo? No gracias, yo no lo necesito más.