Hace poco me llegó un mail con un forward, ojo que no ha sido sólo un forward porque sino no lo hubiese abierto ya que esas cosas van en contra de mi religión (el sexysadieismo). El caso es que este ya antes mencionado documento contenía muchos enunciados acerca de cómo los hombres son simples y por ende las mujeres complicadas.
Las mujeres podemos ser complicadas a veces, es cierto, lo sé porque hasta la última vez que observé yo soy una y lo he sido toda mi vida; por lo tanto reconozco que tengo la delicada habilidad de enredarme conmigo misma en tiempos de sentimentalismo, egoísmo y otros ísmos característicos en mí. Pero hoy busco en mi disco duro las simplezas de los hombres y obviamente salen a relucir también sus complicaciones.
¿Nosotras nos preocupamos por tonterías? ¡Bah!, todos lo hacemos, es una condición más de humanidad que de género. Hombres complicados hay de todo tipo, los que se preocupan por cada palabra que usan frente a una mujer, los que se emocionan ordenando sus cajones y algunos que no pueden salir de casa con un cabello fuera del lugar correspondiente.
En fin, complicaciones fundamentales y existenciales tan importantes como el reprise del gol en el noticiero; hombres que son capaces de hablar horas y horas por teléfono si les hablas de sexo, con la misma emoción con la que tu mejor amiga te describiría su nueva cartera.
¿Deberíamos entonces estudiar a los especímenes masculinos como entes aparte o como iguales a nosotras? ¿Esas diferenciaciones y esas referencias a que nuestras sutiles preocupaciones femeninas resultan inútiles son simplemente una forma más de burlarnos de nuestra propia humanidad?
No me vengan con eso de que los hombres son simples porque a mi la simpleza me roba la extraordinariedad, para mí un hombre debe ser complicado como un laberinto para que poco a poco aprenda a caminar en él sin perderme.
A mí, a la hora de la verdad me fascinan nuestras diferencias pero me parece que a veces hay que tomar en cuenta que por dentro sentimos y tenemos básicamente lo mismo.
|