Alguna cosa reacciona en algunos seres humanos durante las festividades, son cosas que uno ve a cada rato ya sea por San Valentín o por cualquier otro asunto por el cual la gente se haya puesto de acuerdo para celebrar algo determinado en una determinada fecha. Y bueno será problema de los que decidan asumir estas celebraciones así con todo el gusto y con todo el "espíritu" del momento, están en todo su derecho. Sin embargo, viene Navidad y aunque al igual que otras ocasiones es una cosa de un sólo día, esta celebración coge arbitrariamente y se lleva todo diciembre a su paso, es como que la navidad no es solo el 25 sino los 30 días que hay en el mes, sin contar el 31 porque ese sí tiene el propósito mayor de ser una festividad por si solo.
No, no odio la navidad ni pienso suicidarme comiendo diablillos porque se acaba el año y tengo libros sin terminar y juegos que no pude jugar, pero odio todo lo que rodea a la navidad como el tráfico imparable en cada sector de la urbe que esté condenado para mala suerte de sus moradores a estar cerca de un centro comercial, que es casi cualquier lado. Odio cuando irse a comprar un jean significa hacer cola en el probador, cosa que en febrero digamos no ocurre, pero hey es diciembre y estas cosas son normales. Es normal que la gente deje despertar la vena consumista dentro de sí, es como que dicen se acaba el año y me premio por haberlo aguantado con todo lo que vino. En ese sentido tiene algo más de lógica el caos que trae consigo diciembre, en el sentido de ser el último mes del año, a pesar de que el primero de enero nos sintamos exactamente iguales y haya que hacer exactamente lo mismo que se hizo hasta el mes pasado; porque el fin de año tiene ese aire medio místico que le impregnamos desde el instante en el que a alguien se le ocurrió llenarlo de símbolos como las uvas o los años viejos.
Diciembre apesta porque la gente se deja arrastrar por la idea de la navidad, la idea comercial de la misma, la idea de la decoración, la idea de los regalos, la idea de envolver los regalos y hacer subir la planilla de luz con los foquitos y apesta no porque estas cosas sean malas, felices los que se sientan bien armando así su navidad, sino que llega al hueso la visión de la obsesión de las personas , de tantas personas, que diciembre sea un mes de masividad en el cual a mucha gente se le ocurra hacer lo mismo al mismo tiempo y que haya personas que se desvivan por un adorno. Diciembre apesta porque debido a este mismo idealismo creado por nosotros mismos seres humanos se crea la ilusión de una obligación extraña de estar felices, como si fuera una obligación estar felices en diciembre y por lo tanto los pobres seres que estén pasando el peor rato de sus vidas terminan suicidándose de tristeza, mes de suicidios y de depresión gracias a la "idea" de la navidad. Apesta por los amigos secretos obligados en las oficinas donde nunca nadie recibe lo que quiere pero todos siempre tienen que gastar fuera de presupuesto, motivo por el cual terminan dándose regalos de par dólar. Diciembre, resumen de las noticias del año, recordatorio de todo lo cruel que puede ser el mundo. Este es el mes cuando los niños pobres tienen en claro que solo se los recuerda un mes al año, el mes cuando la gente se endeuda hasta la mitad del año que viene, cuando el tráfico se vuelve peor y por lo tanto permite observar el egoísmo innato de los ecuatorianos tras el volante, cuando se organizan fiestas a las que nadie quiere ir, cuando no hay para pagar el teléfono pero sí hay para un papá noel móvil que se baje el pantalón al tercer jo jo jo.
Así que no me vengan a decir que diciembre es el mes de la navidad y por lo tanto de la alegría, a mi la navidad me huele a juguetes, a pavo y al ritual de acercarse al pesebre y ver que sean las doce para poner al niño en la cuna de paja que es más bien de cerámica dependiendo del nacimiento que haya en cada familia y apagar las luces de la sala antes de irse a dormir. Y eso es un sólo día, pero para ese día hay tantos preparativos y tantos convencionalismos que a veces uno se deja llevar por la expectativa de que uy llega la navidad y de que ay será una cosa medio linda cuando sabemos en el fondo de nuestro corazón que será igual que la navidad pasada, una cosa familiar y simple, porque es una cosa personal que puede ser bonita pero que llevada a la masividad actual y tratando de convertirla en un paradigma social se vuelve una cosa inaguantable.
No, no odio la navidad ni pienso suicidarme comiendo diablillos porque se acaba el año y tengo libros sin terminar y juegos que no pude jugar, pero odio todo lo que rodea a la navidad como el tráfico imparable en cada sector de la urbe que esté condenado para mala suerte de sus moradores a estar cerca de un centro comercial, que es casi cualquier lado. Odio cuando irse a comprar un jean significa hacer cola en el probador, cosa que en febrero digamos no ocurre, pero hey es diciembre y estas cosas son normales. Es normal que la gente deje despertar la vena consumista dentro de sí, es como que dicen se acaba el año y me premio por haberlo aguantado con todo lo que vino. En ese sentido tiene algo más de lógica el caos que trae consigo diciembre, en el sentido de ser el último mes del año, a pesar de que el primero de enero nos sintamos exactamente iguales y haya que hacer exactamente lo mismo que se hizo hasta el mes pasado; porque el fin de año tiene ese aire medio místico que le impregnamos desde el instante en el que a alguien se le ocurrió llenarlo de símbolos como las uvas o los años viejos.
Diciembre apesta porque la gente se deja arrastrar por la idea de la navidad, la idea comercial de la misma, la idea de la decoración, la idea de los regalos, la idea de envolver los regalos y hacer subir la planilla de luz con los foquitos y apesta no porque estas cosas sean malas, felices los que se sientan bien armando así su navidad, sino que llega al hueso la visión de la obsesión de las personas , de tantas personas, que diciembre sea un mes de masividad en el cual a mucha gente se le ocurra hacer lo mismo al mismo tiempo y que haya personas que se desvivan por un adorno. Diciembre apesta porque debido a este mismo idealismo creado por nosotros mismos seres humanos se crea la ilusión de una obligación extraña de estar felices, como si fuera una obligación estar felices en diciembre y por lo tanto los pobres seres que estén pasando el peor rato de sus vidas terminan suicidándose de tristeza, mes de suicidios y de depresión gracias a la "idea" de la navidad. Apesta por los amigos secretos obligados en las oficinas donde nunca nadie recibe lo que quiere pero todos siempre tienen que gastar fuera de presupuesto, motivo por el cual terminan dándose regalos de par dólar. Diciembre, resumen de las noticias del año, recordatorio de todo lo cruel que puede ser el mundo. Este es el mes cuando los niños pobres tienen en claro que solo se los recuerda un mes al año, el mes cuando la gente se endeuda hasta la mitad del año que viene, cuando el tráfico se vuelve peor y por lo tanto permite observar el egoísmo innato de los ecuatorianos tras el volante, cuando se organizan fiestas a las que nadie quiere ir, cuando no hay para pagar el teléfono pero sí hay para un papá noel móvil que se baje el pantalón al tercer jo jo jo.
Así que no me vengan a decir que diciembre es el mes de la navidad y por lo tanto de la alegría, a mi la navidad me huele a juguetes, a pavo y al ritual de acercarse al pesebre y ver que sean las doce para poner al niño en la cuna de paja que es más bien de cerámica dependiendo del nacimiento que haya en cada familia y apagar las luces de la sala antes de irse a dormir. Y eso es un sólo día, pero para ese día hay tantos preparativos y tantos convencionalismos que a veces uno se deja llevar por la expectativa de que uy llega la navidad y de que ay será una cosa medio linda cuando sabemos en el fondo de nuestro corazón que será igual que la navidad pasada, una cosa familiar y simple, porque es una cosa personal que puede ser bonita pero que llevada a la masividad actual y tratando de convertirla en un paradigma social se vuelve una cosa inaguantable.
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