Un Cadáver Exquisito

El muro infame rodea el centro
entintado de sangre rosada
y el dolor asesinándolo a golpes
con tablas, junto al río
atrapado en su estatismo absurdo
contempla la traición del agua.

Tengo ganas de arrojar el desperdicio al final del arcoiris
junto al espacio que me provoca
arde una lágrima furiosa
y dejo el disco encendido
en el albor de mi cráneo.

El color está ausente en todas sus formas
sólo queda el rosado
en la sangre que ahora habita en su retina
absorbe a tragos la lujuria intensa
en el constante impacto sonoro que me envuelve.

Los pájaros comenzaron a hacer silencio
parecían haberse intoxicado de humanos,
-la música lentamente se apaga-
impávidos y asqueados de tanta pero tanta nada.

Ayer el léxico se partió en dos,
dos mitades que de incoherentes
se vuelven a cada minuto más sensatas,
y tuve el sueño de los labios partidos
mientras su cuerpo lleno de agua amenazaba con dejarme ahi,
sola.

Volé entre los intersticios y comulgué con el mandatario de los cuervos,
a ratos me hinchaba de soledades,
a veces me ofrecía un brandy
-batido, no mezclado-
su olfato era el culpable de todas esas noches vacias.

Cambié el número de la cerradura,
me minimicé la locura para que no me encuentres
el vómito constante empezaba a tomar tu forma
destacando en mi sangre la incapacidad de borrarte.

Escrito en el corcho por Paulette, Mean Mr. Mustard y Sexy Sadie.