Mis padres eran buenos hombres, Marc y Paul eran sus nombres.
Alto moreno y musculoso Marc conoció a Paul estando preso en Caña Azul, la isla a la que el gobierno de Faustino Cundano estaba enviando a los disidentes de la pseudo-democracia oligarca. El régimen era una mescolanza asquerosa de tendencias egoístas. Un militar (r) estaba en el poder por obra y gracia de las montoneras asalariadas por los banqueros y un brazo, afotunadamente no el izquierdo, de las Fuerzas Armadas se había hecho de la vista gorda a cambio de cargos diplomáticos en lugares paradisíacos como Haití, Yakarta y Miami.
Paul era solo un muchachito de catorce años cuando se vió atrapado en un turba que terminó en un calabozo de la capital. Era de orígen pobre, pero de uñas limpias y corazón fuerte. Dos años más tarde, cuando lo transfirieron a Caña Azul ya era recio de vida de cárcel y de esporádicas batallas a muerte. Venía de una prision de mediana seguridad en la que había más muertos por riñas que por torturas o ejecuciones como en esta nueva a la que llegaba.
Pero nadie lo chequeó al llegar ni lo quisieron robar los otros presos, se respiraba un ambiente distinto al de la violencia de las otras prisiones donde había estado. Era como una complicidad callada y angustia compartida, distinto de otras prisiones, de acá nadie salía, por lo menos no vivo.
Marc vio por primera vez a Paul a través del agujero de la puerta de la celda de castigo donde estaba. Cada celda era un cuarto alto de tres metros por uno de ancho, con una puerta metálica negra con un solo orificio por donde durante 7 días no le habían pasado más que un plato de sopa grasosa. Cuando después de otros 7 días lo dejaron salir, fue directamente a buscar a Paul, a preguntarle por noticias de afuera.
Él ya había pasado diez años dentro y allí no llegaban ni periódicos ni rumores siquiera, pero al estar frente a él se desvaneció, no supo qué preguntar
>> ¿¿Sigue el milico en el poder?? -¡¡¡Que pregunta tonta, si no ya no estuviéramos aquí!!!
>> ¿¿Y los camaradas?? ¿¿Ya nos van a sacar?? - ¡¡¡Que estupidez!!! Si pudieran ya lo habrían hecho hace tiempo...
Paul levantó la mirada al ver al alto y moreno desconocido acercándose y se encontró con el rostro de un chiquillo con tempranas arrugas de tercera década con lágrimas que ecualidades desaparecieron al llegar a la comisura de los labios.
La fatalidad reconocida de frente es capaz de quebrantar cualquier hombre. No se iría jamás, ninguno salía jamás, era un milagro que él mismo hubiera sobrevivido tanto, la mayoría al tercer o cuarto año de sistemática tortura física o psicológica simplemente morían por insuficiencia de un órgano castigado o eran finalmente ejecutados en el patio de atrás, o se ahoracaban en sus propias celdas.
Pero la ignorancia es osada y Paul soltó una risa al ver al hombre adulto en medio llanto.
- ¡Si supieras que no vas a llegar ni a mi edad, no te reirías!
Y se fue caminando al otro extremo de la sala común a sentarse junto a un par de camaradas, a compartir un pitillo.
Alto moreno y musculoso Marc conoció a Paul estando preso en Caña Azul, la isla a la que el gobierno de Faustino Cundano estaba enviando a los disidentes de la pseudo-democracia oligarca. El régimen era una mescolanza asquerosa de tendencias egoístas. Un militar (r) estaba en el poder por obra y gracia de las montoneras asalariadas por los banqueros y un brazo, afotunadamente no el izquierdo, de las Fuerzas Armadas se había hecho de la vista gorda a cambio de cargos diplomáticos en lugares paradisíacos como Haití, Yakarta y Miami.
Paul era solo un muchachito de catorce años cuando se vió atrapado en un turba que terminó en un calabozo de la capital. Era de orígen pobre, pero de uñas limpias y corazón fuerte. Dos años más tarde, cuando lo transfirieron a Caña Azul ya era recio de vida de cárcel y de esporádicas batallas a muerte. Venía de una prision de mediana seguridad en la que había más muertos por riñas que por torturas o ejecuciones como en esta nueva a la que llegaba.
Pero nadie lo chequeó al llegar ni lo quisieron robar los otros presos, se respiraba un ambiente distinto al de la violencia de las otras prisiones donde había estado. Era como una complicidad callada y angustia compartida, distinto de otras prisiones, de acá nadie salía, por lo menos no vivo.
Marc vio por primera vez a Paul a través del agujero de la puerta de la celda de castigo donde estaba. Cada celda era un cuarto alto de tres metros por uno de ancho, con una puerta metálica negra con un solo orificio por donde durante 7 días no le habían pasado más que un plato de sopa grasosa. Cuando después de otros 7 días lo dejaron salir, fue directamente a buscar a Paul, a preguntarle por noticias de afuera.
Él ya había pasado diez años dentro y allí no llegaban ni periódicos ni rumores siquiera, pero al estar frente a él se desvaneció, no supo qué preguntar
>> ¿¿Sigue el milico en el poder?? -¡¡¡Que pregunta tonta, si no ya no estuviéramos aquí!!!
>> ¿¿Y los camaradas?? ¿¿Ya nos van a sacar?? - ¡¡¡Que estupidez!!! Si pudieran ya lo habrían hecho hace tiempo...
Paul levantó la mirada al ver al alto y moreno desconocido acercándose y se encontró con el rostro de un chiquillo con tempranas arrugas de tercera década con lágrimas que ecualidades desaparecieron al llegar a la comisura de los labios.
La fatalidad reconocida de frente es capaz de quebrantar cualquier hombre. No se iría jamás, ninguno salía jamás, era un milagro que él mismo hubiera sobrevivido tanto, la mayoría al tercer o cuarto año de sistemática tortura física o psicológica simplemente morían por insuficiencia de un órgano castigado o eran finalmente ejecutados en el patio de atrás, o se ahoracaban en sus propias celdas.
Pero la ignorancia es osada y Paul soltó una risa al ver al hombre adulto en medio llanto.
- ¡Si supieras que no vas a llegar ni a mi edad, no te reirías!
Y se fue caminando al otro extremo de la sala común a sentarse junto a un par de camaradas, a compartir un pitillo.
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