Quito: Ventana Inmóvil


Una de las principales razones por las que escogimos la ciudad de Quito como destino para nuestras vacaciones es el interés cultural que nos despierta una ciudad que guarda intactos muchos lugares históricos, ese saber que algo importante sucedió en el exacto lugar donde estás parado que para un par de activas imaginaciones es simplemente un festín de imágenes impresionantes.

El centro histórico nos recibió con música en vivo, cartelera de eventos, estatuas vivientes y un cielo maravilloso, pero lo más entretenido de aquella mañana no estaba al aire libre, sino más bien dentro de una pequeña fachada rosada que es la entrada a una gran casa del siglo XIX conservada con exactitud para mostrarnos la vida quiteña de aquella época.

La Casa Museo María Augusta Urrutia es un lugar detenido en el tiempo. Una amable guía nos llevaba dentro de cada habitación relatando la historia de esta mujer que hasta horas antes era una total extraña para mí. "Esta habitación era un comedor para niños de la calle", dice mientras damos los primeros pasos dentro de una pieza blanca llena de sillas que inmediatamente me transmitió una sensación inexplicable de tristeza.

La planta baja es un poco fría debido a lo gruesas de las paredes de las habitaciones lo cual fue ventajoso ya que debido a esto se las destinó como cuartos en los cuales conservar los alimentos sin la necesidad de un refrigerador. Pasamos por una habitación llena de fotos personales, gorros, bastones, paraguas, espejos, cepillos, polveras, medallas, crucifijos, reliquias de santos y otros enseres personales de María Augusta.

Luego pasamos a un patio grande donde faenaban los animales, aún con unos cuantos ganchos para reses, vemos molinos de café, planchas y un montón de otras cosas de vida doméstica en exhibición.

El baño, algo tan simple, en esa casa era tan interesante, vitrales europeos adornan cada extremo de la pieza, la bañera con grifos pequeños situada en el centro y a los lados una colección de frascos y de utensilios de belleza: rizadores de pestañas de metal pesado y tamaño incómodo, un extraño y oxidado elemento en forma de diapasón que se ponía al fuego y luego en el cabello para hacer rizos duraderos y otras cosas que bien podrían pasar por instrumentos de tortura.

Luego la cocina, un artefacto enorme e imponente, que además de servir para preparar los alimentos servía como calefón. Salimos a otro patio, esta vez un lugar donde el sol llega directamente allí estaba la perrera/pajarera una esructura cuya parte alta y llena de pequeñas ventanas servía de hogar para las aves y la inferior como refugio para el perro. Allí mismo en el amplio patio se ponía a secar la ropa, es decir, se sacaba el mayor provecho a la estructura de la casa, las habitaciones frías para la comida, el lugar más cálido para secar ropa y cuidar de los animales.

Las habitaciones de huéspedes han sido transformadas en pequeñas galerías para las pinturas de Victor Mideros, de quien María Augusta fue benefactora. Las obras tienen por lo general una temática religiosa pero el estilo es sorprendente, una gama de colores psicodélicos y combinaciones que hacen que pensar en el alma sea una experiencia más bien alucinante.



El estudio, la sala de estar, la sala de reuniones donde se creó la FUndación Mariana de Jesús, la sala de reuniones, todas alfombradas con los primeros bosquejos de tapicería ecuatoriana de primera categoría, con muebles estilo Luis XV, cortinaje y tapizados europeos y retratos al óleo o fotografías de la familia.

María Augusta Urrutia estudió en los mejores colegios de europa, se casó con un buen hombre a quien perdió durante una epidemía de Tifus y por quien nunca dejó de estar de luto, no tuvo desdencencia y se dedicó a crear fundaciones e instituciones para mejorar la vida de los niños, y estábamos allí en su habitación rodeados de pinturas de todos los arcángeles viendo el lugar donde durmió, las cosas que utilizó y las fotos que escogió tener junto a su cama.

De todas las cosas que vimos las cartas y los libros son de lo más interesantes, cartas que en la mejor caligrafía que he visto cuentan por ejemplo del puño y letra de García Moreno el dolor y pesar de perder a un ser querido y más adelante contaron con detalle el asesinato del mismo García Moreno. Libros betustos donde se explica como las mujeres no deben tener derecho a pensar y técnicas de medicina de hace un par de siglos.

Otro detalle interesante lo tenían un par de muebles llenos de pequeños cajones; dentro de alguno de estos cajones se acostumbraba poner un "cajón secreto", que era solo posible abrir mediante cierta de combinación de aperturas de los otros cajones, esta combinación era conocida únicamente por el dueño del mueble y por quién lo construyó. Inclusive existe el mito de que una vez etregado el mueble el dueño mataba al carpintero para ser el único conocedor de la combinación.


Y así un montón de datos y objetos que vale la pena ver para recrear mediante la imaginación cómo vivieron, sintieron y caminaron por los pasillos de aquella casa sus habitantes. Una ventana inmóvil a través de la cual sigue siendo el siglo XIX, donde además de una vista al pasado se encuentra una colección artística de varias etapas del arte ecuatoriano desde la Colonia hasta nuestros días. El recorrido de la casa tiene un valor de $2 y dura aproximadamente una hora.