Después de pasar más de tres días consecutivos en convivencia con 5 mujeres, cada una distinta y cada una especial me di cuenta de una peculiaridad en mí que pensaba era normal pero que no lo es tanto. Estas eran 5 mujeres que llevaban en las maletas tacones aguja, cremas de diversos olores dulzones, combinaciones interminables de ropa (toda “de moda”) y cajitas de maquillaje. Después de al menos dos horas de arreglarse terminan muy guapas y nadie lo duda pero al verlas una vocecita dentro de mí confiesa: no vale la pena.
Existen y no les miento, personas que se levantan con horas de anticipación para estar "bellas" cada día aunque esto signifique dormir considerablemente poco. Lo malo no es quererse ver bien, eso es normal, lo malo es vivir para ello.
He recibido comentarios interminables: deberías maquillarte, deberías adelgazar, deberías vestirte más sexy, deberías ser más femenina.
Pero ¿acaso la belleza de un ser humano no radica en su interior? Tal vez es simplemente una mentira más que me creí cuando era chica, cuando el Chemisse sabía diferente y me encantaba. Hoy me decepciono enormemente con cada mujer que se dedica a cultivar apariencias y no virtudes. De pronto da la casualidad de que la equivocada soy yo que no me doy cuenta de que en un mundo lleno de superficialidades debemos ser un poquito superficiales, pero no puedo convencerme de mi equivocación.
En mi universo los zapatos más lindos son los que me permitan brincar de alegría, la mejor camiseta la que me deje respirar y el mejor pantalón es el que llevo poniéndome durante toda la semana porque es el más cómodo. Para mí el maquillaje es un polvito en la cara y un brillito en los labios y creo que mi sensualidad no tiene que ver con cuánta piel enseño. ¿Estaré equivocada?
Las mujeres de mi gremio, esas que prefieren una noche con un libro que un día “de tiendas” me parecen cada vez más escasas y eso me asusta, no quiero levantarme un día y ver que el universo se ha llenado de mujeres de aspecto perfecto comparando marcas de crema y hallarme poco a poco alienada a esta cultura o más bien culto a la belleza.
Mujeres de corazón amplio, de ojos vibrantes y mentes brillantes, no se dejen apagar por el ojo externo de una sociedad vacía que veces es capaz de intimidar hasta al más estoico razonamiento. No teman a la soledad pues los hombres que realmente valen la pena son aquellos capaces de ver a través de la imagen, empiezan a ver almas.
¡Maldita utopía!
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