Existe en mi una energía indescriptible, una mezcla de alegría con emoción constante eso que alguna vez logró que un hombre sorprendente se enamorará de mi más de una vez. Mi corazón ante la sorpresa de haber sentido ese amor con el que algún día osó soñar nada más, apagó poco a poco el resto de imágenes por conquistar, dejó encendido únicamente el espacio para el amor y la energía emocionante que me habitaba se marchó.
Con la alegría marchita, el hombre sorprendente dejó de tener motivos para amarme y la emoción se hizo humo negro. Moría lentamente en el abandono de mi propia soledad hasta que llegó un momento intenso como un rayo en el que las luces se encendieron y lo vi todo claramente.
Acepté mi decadencia y mi muerte, me dejé morir para volver a nacer. Y con cada nueva sonrisa, con cada nuevo descubrimiento volvía a ser un poco más yo y un poco menos esa. Esa mujer/niña de plástico que me robó la maravillosa mujer que era, esa estúpida mujer hecha de lágrimas y de dolor, esa tonta que dejó que su propia luz se extinguiese.
Hoy no soy esa, hoy soy yo, hoy me vuelvo a mostrar maravillosa e inquietante en tu mundo de retazos estresantes de rutina. Me vuelvo a revelar como en ese poema y sé que soy capaz de todo porque aún sigo viva a pesar de pedirle tantas veces a Dios que me aniquile.
Una emoción renace en mi alma dulce, un futuro incierto deja de intimidarme, me excita y acelera mi paso. Mi universo está en orden bajo la promesa de no volver a extraviarme en insensateces. El tiempo espera para gastarme y la verdad es que no me podría importar menos.
No envejezco, solamente me vuelvo más interesante. Ayer llegaste con una rosa.
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