Siempre he tenido alma de mártir. Cuando era más pequeña no podía tolerar la idea de no ser yo la heroína del cuento, siempre con la disposición lista para ser aquella que hace lo que nadie más quiere hacer. La que se pone a hacer sanduchitos en las reuniones mientras el resto disfruta de otra cosa, la que se asegura de que todos los detalles estén completos antes de poner el plato en la mesa, la que iba a ver a sus amigos en el carro, la que se quedaba muda cuando algo le pasaba. Demasiado buena o tal vez inocente para sobrevivir en este mundo. Toda una geisha me dijo una amiga alguna vez.
Hoy que la cercanía con la realidad aumenta y el mundo deja de ser el lugar especial en el que crecí en medio de mi imaginación y mi familia. Miro hacia atrás y veo que ya no soy quien fui, pero que eso es bueno.
La vida nos va haciendo un poco más malos cada vez, no, no vamos a salir a atropellar gente a la calle sumidos en nuestro egoísmo pero nuestra voz se hace más fuerte ante las cosas que cuestionamos, ante los errores de los otros, ante el abuso de confianza y nos dejamos de entregar. Me quito el altruísmo en busca de preservar mi propia existencia, tengo que ser menos buena para mantenerme caminando en mi país.
¿Existe la maldad o es mero egoísmo humano?
Basta salir a la calle y ver como cada conductor hace lo que puede por ser el que avanza primero y que se olvida de que hay 20 automóviles más en el camino, extraño como los 20 intentan ser primeros también, el trabajo en equipo es una utopía.
No, no se ha ido la niña pasionista que me habita, simplemente ha disminudo su nivel de entrega porque algunos se aprovecharon de la ingenuidad y el cariño, solo mi corazón sigue igual de botado con el dueño de mis sonrisas.
Y aunque mi fragilidad sigue a cuestas tengo una voz que se alza para exponer el contenido de mi cabeza ya solo me falta aprender a no dejarme ver la cara por ciertas autoridades universitarias o paternas y estaré un poco más lista para dejar atrás a la niña que lloraba en el bar del colegio porque no conseguía la atención necesaria para comprar nada, en esos años cuando me pensaba invisible.
¿Es la pérdida paulatina de la bondad un paso necesario en la evolución humana?
Hoy que la cercanía con la realidad aumenta y el mundo deja de ser el lugar especial en el que crecí en medio de mi imaginación y mi familia. Miro hacia atrás y veo que ya no soy quien fui, pero que eso es bueno.
La vida nos va haciendo un poco más malos cada vez, no, no vamos a salir a atropellar gente a la calle sumidos en nuestro egoísmo pero nuestra voz se hace más fuerte ante las cosas que cuestionamos, ante los errores de los otros, ante el abuso de confianza y nos dejamos de entregar. Me quito el altruísmo en busca de preservar mi propia existencia, tengo que ser menos buena para mantenerme caminando en mi país.
¿Existe la maldad o es mero egoísmo humano?
Basta salir a la calle y ver como cada conductor hace lo que puede por ser el que avanza primero y que se olvida de que hay 20 automóviles más en el camino, extraño como los 20 intentan ser primeros también, el trabajo en equipo es una utopía.
No, no se ha ido la niña pasionista que me habita, simplemente ha disminudo su nivel de entrega porque algunos se aprovecharon de la ingenuidad y el cariño, solo mi corazón sigue igual de botado con el dueño de mis sonrisas.
Y aunque mi fragilidad sigue a cuestas tengo una voz que se alza para exponer el contenido de mi cabeza ya solo me falta aprender a no dejarme ver la cara por ciertas autoridades universitarias o paternas y estaré un poco más lista para dejar atrás a la niña que lloraba en el bar del colegio porque no conseguía la atención necesaria para comprar nada, en esos años cuando me pensaba invisible.
¿Es la pérdida paulatina de la bondad un paso necesario en la evolución humana?
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